La superficie plantada con palma aceitera en Brasil siempre fue
relativamente pequeña, en comparación con otros países productores en
América Latina. Sin embargo, hay avisos de las trasnacionales brasileñas
de mayor porte, como Vale y Petrobrás, que revelan una expansión
acelerada en la región amazónica, principalmente en el estado de Pará,
de esta plantación destinada a la producción de biodiesel.
En las últimas décadas, la empresa que más incentivó plantaciones de
monocultivos de palma en el estado de Pará ha sido la brasilera
Agropalma, actualmente con plantaciones en 39 mil hectáreas de su
propiedad y en 10 mil hectáreas de tierras de agricultores. Dicha
empresa se ha dedicado, principalmente, a la producción de aceite de
palma para uso en alimentos, cosméticos e productos químicos. Hasta hace
poco tiempo, la producción de biodiesel era considerada inviable. Sin
embargo, la situación está cambiando debido a que transnacionales
brasileñas están entrando en el sector de plantaciones de palma.
Vale, una de las mayores empresas mineras del mundo, está
desarrollando un nuevo proyecto. En 2011, compró el 70% de la empresa
Biopalma que, en 2009, tenía 5 mil hectáreas de plantaciones y
actualmente cuenta con 50 mil hectáreas plantadas con palma. El proyecto
de Vale pretende extender la plantación a 80 mil hectáreas, de las
cuales 60 mil serían de plantación propia y 20 mil de producción
tercerizada, en tierras de agricultores. Cerca de 600 familias
participan en el proyecto, según la empresa, que espera alcanzar una
producción anual de 500 mil toneladas de aceite antes de 2019.
El objetivo de Vale es producir biodiesel como combustible para los
trenes de la empresa, que transportan, ininterrumpidamente, el mineral
de hierro de la región de Carajás hacia la zona costera. Y de allí, la
empresa exporta la materia prima hacia los grandes mercados
consumidores. Según Vale, el proyecto de Biopalma “contribuirá a la
matriz energética de Vale, de forma sustentable, renovable, colaborando
con la preservación ambiental”. Además, se trataría de un “positivo
vector social” y de una forma “de generación de ingresos y
establecimiento del hombre del campo”. Según Vale, el proyecto también
reduciría las emisiones de carbono de la empresa con el uso de biodiesel
en lugar del diesel convencional.
Otra empresa transnacional que está invirtiendo en palma en Pará es
Petrobrás, la empresa estatal de petróleo de Brasil, una la de las
mayores de América. Uno de los proyectos pretende plantar, a partir de
2013, 24 mil hectáreas de palma en tierras de 1250 agricultores. En otro
proyecto, la empresa se asoció con la multinacional petrolera Galp
Energia de Portugal, formando una empresa llamada Belém Bionergia. Se
plantarán 50 mil hectáreas de palma en conjunto con 1000 agricultores.
La producción esperada de 300 mil toneladas de aceite anual será
exportada a Portugal, donde se implantará una refinería en la ciudad de
Sines, para producir greendiesel, o “diesel verde”, a partir de 2015,
con el fin de abastecer los mercados de Portugal y España.
El avance exponencial de la palma en Brasil, que cuenta con el apoyo
del gobierno brasileño, genera una serie de preocupaciones. En primer
lugar, se trata de un proyecto que beneficia a dos empresas de gran
porte, que son conocidas por causar impactos graves en las regiones
donde operan, tanto Vale con sus actividades de minería – por ejemplo,
en Mozambique -, como Petrobrás, que afecta, por ejemplo, la vida de
pescadores en Brasil (ver boletín 180- editorial). En 2012, Vale ganó el
‘Public Eye Award’, un “premio” internacional concedido a la peor
empresa del mundo por causar problemas sociales, ambientales y
laborales.
Además, el proyecto de producción de biodiesel no es tan ‘verde’ ni
‘renovable’ como parece. En el caso de Vale, el proyecto prevé la
sustitución por biodiesel de apenas el 20% del combustible de los trenes
de la empresa, y el 80% continua siendo de diesel convencional. Es así
para mantener un proceso de extracción de mineral en gran escala y
atender a un modelo de producción y consumo excesivo e insostenible de
una minoría de la humanidad, una situación que Vale no pretende cambiar.
Además, su transporte ferroviario ha sido objeto de numerosas denuncias
por parte de habitantes locales que sufren sus impactos.
Si bien, por un lado, la producción de palma puede generar beneficios
a un grupo de agricultores familiares que plantan y venden las frutas a
Vale y/o a Petrobrás; por otro lado, esos mismos agricultores entran en
una relación de dependencia con esas empresas, cediendo parte de sus
tierras, pequeñas, a esas transnacionales por un período largo en un
sistema de monocultivo con uso de productos químicos. De esta forma, las
empresas se apoderan cada vez más de las tierras de un Estado que es
considerado el más violento de Brasil debido a los graves conflictos
agrarios entre los grandes propietarios y las familias sin tierra, y a
la ausencia de una política estructural de reforma agraria por parte del
gobierno federal.
Por último, la acumulación de tierras no se limita a las áreas de
producción de palma. Vale, por ejemplo, afirma que cada hectárea
plantada con palma implica la preservación de una hectárea de bosque
nativo, y que la plantación de palma también estaría ‘recuperando’ las
tierras. Pero es necesario recordar que el compromiso de preservar el
bosque nativo no es nada más que cumplir la legislación brasileña y para
la empresa Vale, el hecho de tener bosques representa una oportunidad
de lucrar, por ejemplo, con el negocio del carbono en el mercado de
“servicios ambientales”, que está siendo implementado rápidamente en
Brasil, junto a una serie de revisiones legislativas, como el conocido
Código Forestal, además de nuevas leyes que regulan estas cuestiones.
A pesar del discurso “verde”, la producción de palma ya ha generado
conflictos, por ejemplo, con el pueblo indígena Tembé, que ha reclamado
por sufrir los impactos de la contaminación con agrotóxicos de las
fuentes de agua en su territorio, debida a la aplicación de veneno en
las áreas de palma. Según uno de los caciques de la región: “para
nosotros la palma no funciona, pero sí el arroz, el poroto, el pollo y
el pez”. También se quejaron de que “el guariba (mono aullador) ahora
está en silencio porque la caza y la pesca están desapareciendo a causa
de la tala, y los animales no tienen donde esconderse fuera de nuestra
zona ”. Pero para Vale y Petrobrás, la palma funciona muy bien, ya que
es una nueva fuente de negocio y lucro y, por si fuera poco, es “verde”.
Fonte: SERVINDI
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